Entre tantas formas que existen para demostrar la pasión humana, los diferentes fetiches sexuales se han consolidado como una alternativa más como prácticas comunes de las cuales es posible extraer una cantidad desmesurada de placer y goce. En cuanto a los relatos hetero que involucran fetichismo, estos se caracterizan por integrar ese paso liberador que facilita el romper barreras y permitirse aquello que tanto se ha elaborado en la mente.
Un simple objeto, un lugar determinado o quizás una parte específica del cuerpo pueden ser más que suficientes para desencadenar el morbo y las más bajas pasiones, es así como nos encontramos narraciones en las que los pies, un compañero de trabajo, el transporte público, alguna prenda de ropa íntima, personas altas o rellenitas, los zapatos y el propio cuero, pueden ser más suficientes para encender la temperatura y estimular una sesión de sexo de otro mundo.
Fantasías con fetiches
Muchas parejas hetero acostumbran a compartir anhelos a nivel sexual que previamente han elaborado en su cabeza gracias a la creatividad y a las cosas que saben que realmente van a estimularlos y esto es ciertamente una gran ventaja para las relaciones, pues además de establecer un espacio confortable para explorar, cultiva la complicidad y el desprenderse de las restricciones que la sociedad establece al nombrar algo como bueno o malo.
La atracción exagerada por determinadas situaciones o realidades es una cuestión que involucra patrones sexuales bastante intensos y es que al momento de buscar el placer hay quienes prefieren ir un poco más allá de lo tradicional, aprovechando que el terreno de lo erótico es absolutamente fértil y se presta para una lista interminable de cosas.
Sacando partido de las posibilidades que ofrece la literatura, se nutre este espacio de manera constante, para que sea aquel punto de encuentro donde la fantasía y muchas veces la realidad son expresadas de manera detallada revelando de paso secretos y esos momentos que por su voltaje no se le cuentan a cualquiera.
El deseo se convierte en pequeñas perversiones
Siempre y cuando no se lastimen a si mismos o alguien más, aceptar con naturalidad los fetiches que se puedan tener es algo que de acuerdo a muchos psicólogos resulta ser bastante positivo, pues lo cierto es que son estas prácticas las que impiden que el sexo caiga en la tediosa monotonía.
A pesar de que la palabra perversión puede sonar algo fuerte, la verdad es que implica el cumplir ciertos deseos tanto entre como fuera de las sábanas. Tenemos el caso de los azotes, por ejemplo, un juego que consigue que a nivel biológico se disparen los niveles de endorfinas y se obtenga una experiencia sexual tremendamente estremecedora debido a que se incrementa al punto máximo el placer.