Hola amigos: aquí estoy de nuevo con mi relato de cómo le puse los cuernos a mi marido la primera vez, con su total consentimiento pues a mi cabroncito le encanta que me den verga fuera de casa…
A los pocos días, nuevamente tocó mi marido el tema de H, diciéndome que si yo me hubiera dejado penetrar por él, realmente hubiera encontrado más excitante aún la situación, que siguiera adelante con la relación y que diera el siguiente paso. Hicimos el amor fantaseando ambos cómo sería mi penetración por H. Mi esposo me decía que le gustaría verme clavada por ese hombre para después él rematar la faena. Yo le decía que me gustaría hacerlo a solas con H, pues así me sentiría más cómoda y que en qué quedaría su prestigio de hombre si H me comía en su presencia, que era mejor que H pensara que me había seducido él y no que mi marido me impulsaba a que me clavaran. Mi esposo aceptó mi idea y mientras se venía con violentas convulsiones dentro de mí, me hizo prometerle que al día siguiente intentara salir con mi pretendiente.
Realmente, H me había llamado varias veces proponiendo que saliéramos nuevamente, pero yo me había negado argumentando que mi esposo podría llegar a sospechar algo y que yo no quería problemas. Decidí llamarlo, rompiendo mi aprensión a tomar la iniciativa. Después de haber tenido su miembro en mis manos, y ante el impulso de mi esposo, mi deseo por él resultaba ya incontrolable. Convinimos en salir al día siguiente a cenar por la noche. De común acuerdo con mi esposo, concebimos el plan de fachada, de que él estaba de viaje, por lo cual yo me podía escapar a sus escondidas. Esa noche, mi marido nuevamente escogió mi vestimenta, compuesta por un vestido corto ceñido al cuerpo, con medias de liguero, y pantys muy sexy. No me dejó colocarme brassiere bajo el vestido liviano, lo cual dejaba insinuar claramente mis pezones. Me coloqué una chaqueta para cubrir las evidencias hasta que me encontrara en privado con mi amigo.
Como en la primera vez, H me recogió cerca de casa y marchamos a un restaurante bar. Tan pronto estuvimos acomodados en una mesa algo alejada de los otros clientes, trató de besarme diciéndome que estaba preciosa. Le dije que se controlara, pues no quería correr riesgos de que algún eventual conocido se diera cuenta de que yo me besaba con otro hombre. Como yo soy una mujer de negocios, siempre tendría la excusa de decir que estaba con un cliente arreglando algún asunto, pero si me sorprendían en besos con otro, quedaría en una situación muy difícil de explicar.
Consumimos una deliciosa cena acompañada con buena dosis de vino, lo cual como de costumbre me hizo sentirme relajada y caliente. H tubo que comportarse como todo un caballero durante la hora larga en que estuvimos en ese sitio, pero apenas salimos, al tomar su auto para marcharnos a otro lugar mas discreto, abrió la puerta para que yo subiera. Deliberadamente permití que con la maniobra de tomar asiento en el auto, mis piernas se abrieran lo suficiente para que él notara mis medias de liguero y mis pantys blancos. Se quedó unos segundos parado a mi lado apreciando mis piernas, comentando cómo estaba de sexy y atractiva con mi ropa. Riéndome le dije que subiera al auto y que no fuera tan morboso y mirón. Durante el trayecto al nuevo sitio se mantuvo tocándome las rodillas tratando de subir su mano sobre mis muslos.
Yo lo excitaba abriendo mis piernas pero frenando su mano en la mitad de mis muslos. Nuestro plan era ir a bailar a algún sitio discreto en las afueras de la ciudad, pero esa ruta es la de los moteles donde acuden las parejas en programas clandestinos. Sin consultarme, para que yo no fuera a negarme, sorpresivamente giró hacia la entrada de uno de esos moteles llegando a la portería donde toca hablar con el encargado para solicitar habitación con garaje privado para el automóvil. Me tocó suspender mi protesta para agachar mi cara de forma tal que el dependiente no me mirara al
rostro.
Cuando entramos al motel, rápidamente nos ubicaron en un reservado sin que yo pudiera oponerme, pues ello hubiera implicado levantar mi cara y el dependiente me hubiera visto, lo cual me daba vergüenza. Por lo menos mi timidez y el hecho de que no estaba con mi esposo, me hacía tomar precauciones. Otro encargado cerró inmediatamente la puerta del garaje, dejándonos solos. H me pidió que subiéramos a la habitación en el segundo nivel. En un principio me negué argumentando que ya le había dicho a él que no le sería infiel a mi esposo, que no haría el amor con él en forma completa, que me permitía a mí misma llegar a unos besos y caricias pero nada más. H me prometió que no me forzaría a hacer nada contra mi voluntad, insistiendo en que subiéramos al segundo nivel donde estaríamos más cómodos que en el auto. Abrió mi puerta para que yo saliera y me colocó delante de él para subir por la escalera.
Como esta era bastante inclinada, H tuvo oportunidad de mirar mis piernas mientras yo lentamente ascendía. Me tomó por las caderas sosteniéndome mientras me contorneaba sensualmente. Una vez arriba, cerró H la puerta con cerrojo y me hizo girar quedando enfrentada a él. Me besó en la boca atrayéndome contra su cuerpo. Su miembro lo sentía duro contra mi vagina mientras él me apretaba firmemente tomada por las caderas. Me dejé besar pasando mis brazos sobre su cuello y pegando mis senos a su pecho. Nos sentamos en la cama y él me recostó de espaldas y se inclinó sobre mí a besarme nuevamente. Coloqué mis brazos en la nuca, lo cual proyectaba mis senos hacia el frente. H abrió varios botones de mi vestido y tomó mis senos acariciándolos, Luego su cara descendió y tomó uno de mis pezones besándolo tiernamente.
Mis gemidos se hicieron evidentes mientras movía mi cara a lado y lado disfrutando de la deliciosa sensación de tener a un hombre entre mis senos dándome pequeños mordiscos en los pezones. H subió una pierna sobre mí, forzándome a abrir las mías. Subió mi vestido para poder observar directamente mis piernas cubiertas por las medias de liguero y mis interiores humedecidos pegados a mi vagina. Metió una mano entre mis piernas iniciando sus caricias sobre mi vulva. Me pidió que me quitara los pantys, y ante mi reticencia me recordó su promesa de no hacerme nada en forma forzada. Accedí subiendo mis caderas, permitiendo que él deslizara hacia abajo mis calzones, sacándolos finalmente. Los tomó en sus manos llevándolos a su cara aspirando mi fragancia íntima. Esto me pareció muy erótico y me revolví excitada abriendo mis piernas de par en par. H se lanzó sobre mi cuca, metiendo su cara en mis intimidades. Delicadamente me besó en el clítoris y luego metió su lengua en mi vagina, abriéndola con sus manos.
Mis gemidos aumentaron de volumen y tomé su cabeza con mis manos pegándolo más a mí. No me pude contener y me corrí en su boca con pasión desenfrenada mientras su lengua danzaba en mi interior. Él, al verme así de excitada, sacó su miembro y se subió sobre mí tratando de penetrarme, lo cual impedí girándome de lado, recordándole mi intención de permanecer fiel a mi marido. H me dijo que habiendo llegado hasta ese punto, no creía que mi fidelidad existiera ya y trató nuevamente de penetrarme. Entendiendo que en esa posición no podría mantener el control, le pedí que me dejara colocar arriba de él, para permitir que su verga entrara en contacto con mi vagina, pero sin penetrarme. Pensé que de esta manera lo complacería parcialmente jugando con su miembro. Él se mostró encantado de que yo tomara el control y prometió tener paciencia y respetar su promesa. Me acaballé sobre él colocando arrodillada una pierna a cada lado de su cuerpo. Tomé su miembro entre mis manos y lo acerqué a mi vagina colocando su cabeza contra mi clítoris, frotándolo en él con movimientos lentos. Esto me produjo nuevos gemiditos de excitación.
Con lentitud, froté su miembro contra mi vulva, haciendo que pasara a todo lo largo de mi raja, las cual se veía con los labios proyectados y entreabiertos. Acomodando su verga en forma horizontal contra su abdomen, me acosté sobre él permitiendo un contacto completo de mi vulva, la cual abrazó su mie
mbro (sin penetrarme). Al deslizarme lentamente, la punta de su verga tomaba contacto contra mi clítoris produciéndonos a ambos oleadas de placer. Nuestro dialogo según recuerdo fue el siguiente:
-¡Me matas mujer divina!. Yo respeto mi promesa pero por favor ¡mételo tú que me vas a enloquecer! – ¡Te dije que solamente caricias!. ¡No insistas por favor!. ¡Cuando me casé prometí serle fiel a mi esposo!, ¿acaso no te gusta lo que te hago? – – – Delicioso mi amor, pero me resulta muy difícil resignarme a no poseerte en forma completa. ¡Mete la puntica por favor!. Te prometo que no empujaré. ¡Dame al menos el placer de ver mi verga en la entrada de tu deliciosa vagina!
– – Arrodillándome nuevamente sobre él, coloqué su verga en la entrada continuando nuestra conversación: – – – ¡Solamente la puntica por favor no empujes! – por lo lubricada que me encontraba, inmediatamente entró en mí la mitad de la cabeza de su verga, pero él se contuvo dejándome el control.
– – – ¡Qué rico mujercita!. Déjalo entrar por favor. Descendí un poco permitiendo que entrara completa su cabeza pero tan pronto él intentó empujar, retrocedí regañándolo por incumplido.
– – Me pidió excusas y me pidió que siguiera. Nuevamente lo dejé entrar unas pocas pulgadas diciendo: – – – ¡Hasta ahí será todo lo que me meterás! ¡Más adentro sería romper mi promesa a mi marido!. ¡Solamente él ha disfrutado mi vagina! ¡No quiero convertirme en una mujer adúltera!. Me enloquece esa verga pero debo controlarme. Te puedes venir contra mi vagina pero no permitiré que me penetres del todo ni me deposites tu semen adentro. – – – Sí mujercita, ¡me matas delicia divina!. ¡Me voy a venir!
– – Sentía cómo pulsaba su miembro y mi vagina también se contraía sintiendo la proximidad de otro orgasmo. Moviendo su verga con mis manos contra las paredes de mi vagina lo sacaba y lo dejaba entrar nuevamente las pocas pulgadas permitidas, pero cuando alocadamente empecé a gemir sintiendo mi segundo orgasmo, ya no intenté controlar nada y yo misma descendí permitiendo que me clavara a fondo. Me tomó por las nalgas y subiendo y bajando sus caderas me bombeó furiosamente. Yo me deslicé sobre él abriéndome toda de piernas, contribuyendo apasionadamente a los movimientos de nuestros cuerpos. Se tensó empujando hacia arriba y sentí cómo se dilataba más su miembro penetrando hasta mi útero, inundándome por primera vez de semen ajeno. Sus chorros golpeaban dentro de mi adúltera vagina mientras yo gritaba de placer diciendo:
-¡Así mi amor! ¡Dame así! ¡Clávame a fondo que me matas! ¡Me estas partiendo en dos! ¡Cómo gozo! ¡Me estoy viniendo! ¡Dale, dale, clávame, cómeme! ¡Ya me volviste una puta! ¡Ya no puedo serle fiel a mi marido! ¡La van a salir cuernos y me descubrirá!
– – -¡Sí mi putica! ¡Le vamos a hacer salir cuernos a ese señor! ¡Cuando llegues a tu casa te va a encontrar dilatada de caderas y comida por un hombre de verdad pues no creo que él te dé tan rico como yo! ¡Goza mi amor! ¡vente conmigo que te voy a sacar el mejor polvo de tu vida! ¿Quieres que te preñe? ¡Mujercita!
– – Afortunadamente estaba en una parte poco fértil de mi ciclo, por lo cual no me preocupé mucho de que se cumplieran sus palabras, pero entendí que tendría que ser cuidadosa la próxima vez para no terminar llevando en mis entrañas a un bastardo. Nos compusimos y recuperando el aliento traté de colocarme mis pantys, pero él lo impidió, solicitándome que mejor me quitara el vestido y quedara totalmente desnuda para él. Le dije que ya era tarde y sería mejor que me llevara a casa, pero H dijo:
– – -Yo cumplí mi promesa. Tú te descontrolaste y terminaste clavada como toda una hembra en celo. Ahora me toca a mí mi turno de controlar la situación. ¡Desvístete!
– – Le obedecí pues ahora que ya no era fiel, me dije a mi misma que gozar de ese hombre una segunda vez no me caería nada mal, que si mi marido quería que me dieran clavo, le llegaría a casa bien usadita y llena de semen para ver su reacción.
– – Me tendí de espaldas abriendo bien mis piernas. H ya se estaba recuperando y me pidió que le diera un besito en el pene. Luego de lo sucedido, concluí que ya no podía aparentar recato alguno y arrodillándome en la cama le chupé su verga, permitiendo que me penetrara
hasta donde podía sin producirme arcadas. Esto hizo que se endureciera nuevamente y le pedí que me montara. Esta vez lo dejé al mando prometiendo que yo no me movería, pues ya estaba supuestamente satisfecha.
Dijo que ya veríamos que tan quieta me podía quedar y me penetró nuevamente, esta vez en la posición misionera convencional. Inició un lento mete y saca y se escapó mi primer gemido. Sin embargo estaba resuelta a fingir que no sentía ya placer y traté de controlarme. Él riéndose me decía que no fingiera, que estaba gozando su verga otra vez. Ante mi supuesta indiferencia, empujó duro clavándomelo todo y bombeando furiosamente. Su miembro cada vez crecía más mientras se acercaba su segundo orgasmo. Primero mis gemidos se intensificaron y luego ya no tuve control de mi cuerpo y me entregué a gozar contribuyendo con mis empujes mientras lo tomaba de las caderas con mis piernas abrazadas a su espalda. Mi tercer orgasmo de la noche estalló como una bomba mientras H descargaba su segunda carga de semen dentro de mi vagina.
H quiso que nos quedáramos retozando en el motel un rato más y se mantuvo dentro de mí por varios minutos con su verga todavía un tanto dura empujando ya con calma sus últimos embates. El placer de sentirme penetrada continúo con los rezagos de mi orgasmo, pero todo lo bueno se acaba y luego de un corto tiempo dándonos un beso nos desconectamos dejando que el semen de H y mis jugos escurrieran libremente sobre la sábana. Esta primera vez no hice esfuerzos por conservar una buena dosis de esperma en mi vagina para llevarla a casa como trofeo. En las aventuras posteriores procuraba, como ya relaté en mis dos primeros relatos, colocar un pañuelo entre mis piernas para impedir que el semen se escurriera todo de mi vagina y llegar así bien inundada a casa para disfrute de mi esposo. Le pedí a H que me llevara a casa pues ya era tarde y yo sabía que mi marido me estaba esperando ansioso. Al salir del motel, nuevamente me agaché para que no viera mi cara el encargado de las puertas de los garajes. Descendí de su auto a poca distancia de nuestra casa dándole un beso a H en la boca y prometiéndole que pronto procuraríamos tener otro encuentro, caminé hacia nuestro conjunto.
– – Ahora era yo una mujer realmente adúltera, pues no una sino dos veces le había permitido a otro hombre penetrar mis más profundos rincones que había prometido reservar sólo para mi esposo cuando nos casamos. Cuando tomé plena conciencia de este hecho, sentí un poco de tristeza más no de arrepentimiento, pues me consolaba saber que no estaba engañando a mi marido, pues él me había impulsado a esta relación.
– – Al entrar al conjunto privado donde se ubica nuestra casa, sentía que los porteros y eventuales vecinos que se cruzaran en mi camino se iban a dar cuenta de que yo venía de ser clavada por otro hombre. Por supuesto esto lo causaba solamente mi imaginación, pues yo había arreglado mi cabello y pintalabios antes de bajarme del auto de H. Solamente noté un poco de extrañeza en la mirada del portero, pues nunca había llegado sola a casa pasada ya la media noche.
– – Posteriormente no se les haría extraño verme llegar tarde y me imagino las murmuraciones entre ellos sospechando que mis salidas sin mi marido eran por estar tirando con otros hombres.
– – Al entrar a casa, tenía un poco de angustia por enfrentarme a la reacción de mi esposo ahora que ya se había consumado mi primera penetración real por otro hombre. Temía que su actitud ante el hecho desembocara en celos o inseguridad para él, pues una cosa era fantasear con este tipo de aventuras y otra cosa distinta podría ser la realidad del adulterio. Lo encontré en nuestro estudio del segundo piso con un vaso de licor en la mano, sentado en el amplio sofá, con un manojo de fotografías eróticas que me había tomado él recientemente. Esa era su manera de prepararse para mi regreso. Entré tímidamente poniendo cara de niña arrepentida que ha cometido una falta. El me miró a los ojos y casi inaudiblemente preguntó:
– – – ¿Cómo te fue mujercita?, ¡me tenías preocupado!, ¿Qué hiciste?, ¿Vienes usadita? – – Yo bajando la mirada y con cara de consentida mordiéndome el labio inferior asentí con mi cabeza y me senté a su lado. Nuestro dialogo siguió así: – – – ¿En serio mi amor?, ¿lo hiciste de verdad? ¿Te comió tu amigo? ¿
Cómo se lo diste?, ¿se vino dentro de ti? – – – ¿Qué te respondo primero? ¡Ya te dije que sí! – – – ¿Dónde estuviste? – – – ¡En un motel! – – – ¿Qué hiciste? – – – ¡Pues lo que tu me diste permiso de hacer! – – – ¿Te clavó entonces de verdad mi putica? – – – ¡Por supuesto, dos veces! – – – ¡Cuéntame como fue!. ¿Cómo vienes? ¿Toda untada de semen? – – – ¡Compruébalo mi cachoncito! – – Mi esposo levantando mi falda metió su mano derecha tocando mis interiores y yo abriendo las piernas lo dejé que corriera a un lado mis pantys viendo cómo su mano quedaba untada de los rezagos del semen de H.
– – – ¡Otra vez llegas con semen sobre tu vagina! – – – ¡Sí pero esta vez no solamente está untada por fuera!. ¡Me lo metió dos veces dejándome llena adentro! – – – ¡Putica divina!, te clavaron a fondo ¿verdad? ¡Mira como te dejaron!, ¡Traes la cuca dilatada de tanta verga que dio ese H.P.! ¡Mira cómo estas de untada! (metiendo dos dedos en mi vagina). ¿Gozaste mucho? ¿Cuántos orgasmos tuviste?. ¡Cuéntame los detalles adúltera!
– – Yo le relaté cada uno de los detalles de mi primera clavada por otro hombre, haciendo énfasis en cómo había sentido de rico cuando finalmente yo misma me ensarté en la verga de H cabalgándolo a horcajadas, y cómo me había venido con orgasmos múltiples mientras me daban verga fuera de casa. Mi relato puso a mi esposo en un estado extremo de excitación. Me quitó los pantys untados, pasándolos por toda su cara oliendo mis fragancias de mujer adúltera. Me abrió las piernas y se sumergió de cabeza sobre mi usada vagina lamiendo con su lengua mi clítoris y los pétalos de mis labios aún pegajosas de semen. Esto me empezó a encender de nuevo, pues me sentí muy excitada al ver el poder que podía tener sobre mi marido explotando sus morbosidades.
Empecé a gemir y al cabo de pocos minutos lo interrumpí pidiéndole que me chupara los pezones, pues para mí no hay sesión completa de sexo si no me chupan mis sensibles tetas. Por supuesto mi marido accedió en el acto a quitarme toda la ropa dejándome desnuda para disfrutarme a pleno. Tomó mis tetas con sus manos y acercó su boca al pezón derecho diciéndome que se me notaba inflamado, seguramente de la chupada que el otro me había metido. A mi confirmación del hecho, mi esposo me dijo que lo besaría tiernamente sin maltratarme más y así, delicadamente me paso su lengua por el pezón, para luego besarlo suavemente. Le pedí que me mordiera un poco, pues a pesar de lo sensibles que los tengo, me encanta que me los muerdan pasito. Con sus dientes tomó mi proyectado pezón apretando un poco causándome un moderado dolor unido a un intenso placer. Repitió lo mismo con el otro pezón, dejándome lista para la inevitable clavada.
Mi esposo con mucho control a pesar de lo excitado que se veía, me pidió que reconstruyéramos paso a paso los detalles de cómo me había ensartado gradualmente en la verga de H. Repetí para él la escena, subiéndome sobre él, simulando lo mismo que había hecho con H, diciéndole que solamente le permitiría meter la puntica de su verga. Cuando me metió la primera pulgada, ya no tuvo ningún control y tomándome de las caderas me ensartó hasta el fondo su miembro dando tremendas embestidas hacia arriba. Yo me dejé gozar por esta deliciosa verga propia, contribuyendo a su bombeo rotando mis caderas sobre su verga, hasta que en menos de un minuto nos corrimos ambos entre audible gemidos de placer.
– – Esa noche, rendidos de cansancio, dormimos abrazados sin comentar nada más, pero al día siguiente, mi marido estaba muy silencioso y preocupado. Tocó el tema diciendo que él creía que resultaba muy peligroso continuar con esa aventura, que se sentía mal por haber permitido que otro hombre me poseyera, que él hablaría con H para aclarar todo y pedirle que no continuara invitándome a salir. Me mostré alarmada, pues no sabía cuál sería la reacción de H si mi marido lo enfrentaba y con dificultad logré convencerlo de que sería mejor que yo misma rompiera dicha relación.
En su presencia, llamé por teléfono a H y le expliqué que lo nuestro había sido una aventura loca, que yo no quería problemas en mi matrimonio, que se olvidara de mí y que por favor conservara el secreto de nuestras andanzas. &Eacu
te;l como todo un caballero contestó que me entendía, que no me preocupara y que siempre me miraría con mucho cariño recordando lo que para él había resultado muy lindo y sensual.
– – Pensé que con esta aventura habían terminado para siempre las intenciones de mi esposo de compartirme con otros, pero para mi fortuna estaba equivocada. En el próximo relato les contaré más.
– – Un beso para todos.
Autor: Marta Mónica
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