Un día ella entendió la fascinación que me provocaban sus pies y el deseo que sentía por ellos.
Hola amigos de marqueze, hace un tiempo envié el relato de mi primera experiencia con los pies de una mujer, con los pies de Emma. Aunque tuve alguna otra experiencia con Emma, hoy quisiera contaros como era mi relación con una novia que tuve hace algún tiempo. Se llamaba Mari y, para fortuna mía, no tardó mucho tiempo en darse cuenta de mi afición por los pies.
Os diré que lo primero que me llamó la atención de Mari cuando la conocí fueron las uñas de sus pies, pintadas de un color azul claro, que despertaron mi deseo por ella desde la primera cita. Empezamos a tener relaciones sexuales poco después de conocernos, y desde el primer momento ya aproveché para dar alguna caricia, algún beso, e incluso alguna lamida a sus pies. Pero hacia todo ello como quien no quiere la cosa, intentando no mostrar la enorme excitación que sus pies me provocaban, ya que me avergonzaba aún de mi fetiche.
Mari tenía la costumbre de ir siempre descalza en casa, acostumbraba a ponerse crema hidratante en los pies con frecuencia, y le gustaba recostarse cómodamente en el sofá dejando descansar sus piernas sobre mi regazo. Como podéis comprender, una mujer así es el sueño de cualquier apasionado de los pies, estar con ella era estar permanentemente excitado. Y mi deseo de poder disfrutar libremente de sus pies iba en aumento día a día, con cada segundo que pasaba junto a ella.
Hubo un momento en que se produjo un cambio significativo en la relación que empezábamos a tener. No puedo asegurar en qué momento se produjo ese cambio, pero un día ella entendió la fascinación que me provocaban sus pies y el deseo que sentía por ellos. Y a partir de ese momento nuestra relación fue cambiando hasta convertirse en una realidad que superaba con creces la mayor fantasía que un fetichista de los pies pudiera tener.
Este cambio no fue radical, sino que fue hecho con pequeños pasos, a cual más excitante. Así, por ejemplo, puedo recordar el primer dia que le puse crema en los pies. Estábamos sentados en el sofá viendo la televisión y ella se encontraba recostada, dejando reposar sus piernas y sus pies sobre mi regazo. En situaciones como esta, yo aprovechaba para acariciar lenta y suavemente sus pies, mientras miraba la televisión e intentaba disimular la excitación que sentía. Aquel día ella debió percatarse de mi excitación ya que después de acariciarle los pies durante un rato giré la cabeza y vi una expresión en su rostro que me llamó la atención. Era una expresión extraña que mezclaba placer, excitación y sensación de dominio. Continué acariciándole los pies como si nada, pero al cabo de unos minutos cogió la crema hidratante y me pidió que le pusiera crema en los pies. Aquella fue la primera vez que puse crema en sus pies y lo hice con gran cariño y con enorme excitación. Olvidé completamente mi vergüenza y dediqué toda mi atención a sus pies. Distribuí algo de crema en uno de sus pies y lo masajeé con lentitud, suavidad y con ternura hasta que la crema se absorbió. Luego repetí la operación con el otro pie. En todo ese tiempo ella no dejó de mirarme ni un segundo y estoy convencido que entendió claramente el deseo que me provocaban sus pies.
A partir de aquel día yo me convertí en el encargado de mantener hidratados sus pies, todas las tardes les ponía crema y los masajeaba largamente, con gran placer, debo añadir. Pero las cosas no quedaron ahí. Recuerdo, también, la primera vez que chupé sus pies. Aunque algún beso, alguna lamida y alguna chupada rápida ya le había dado, lo de aquel día fue diferente. En aquella ocasión yo también me había recostado en el sofá, de forma tal que sus pies no estaban sobre mi regazo, sino sobre mi pecho. De esta forma, y con sus pies a un palmo escaso de mi cara, me dedicaba a masajearle los pies hasta que ella estiró una de sus piernas y acercó su pie a mi cara. No desaproveché aquella ocasión y empecé a besarle la planta y a respirar profundamente entre sus dedos. Debo decir que el olor de los pies de Mari era siempre delicioso. Su aroma variaba mucho, dependiendo de si había llevado zap
atos durante mucho tiempo, de si se había duchado (yo prefería que no lo hiciera), pero su olor siempre me encantaba. No tardé en empezar a lamer con devoción toda la planta de su pie, a chupar sus dedos uno a uno y a pasar mi lengua por entre ellos. Perdí por completo cualquier inhibición y loco de excitación devoré con pasión aquel pie como si me fuera la vida en ello, al tiempo que ella se dejaba hacer, cerrando los ojos y reclinando la cabeza hacia atrás. Aquel día mi novia descubrió dos cosas. Descubrió la enorme excitación que podía provocarme con sus pies y descubrió, también, que ella también se excitaba y disfrutaba de que le chuparan el pie. Nunca se lo habían hecho antes y para ella fue toda una novedad descubrir el placer que podía sentir de esta forma.
Debo decir que, aunque ha algunas chicas no les gusta nada que les chupen los pies y a otras las deja indiferentes, a algunas les encanta que se lo hagan y lo disfrutan enormemente. Por suerte para mi, Mari era una de estas chicas y como podéis imaginar, le chupé los pies en multitud de ocasiones.
El relato se alarga, así que dejo para otra ocasión el relato de las otras maravillosas experiencias que tuve con mi novia Mari. Y con sus pies, los más excitantes y sabrosos que he probado!
Estimados lectores, no dudéis en escribirme al mail si quereis charlar del tema del fetichismo del pie, y para darme vuestra opinión sobre mis relatos. Todas las opiniones serán bien recibidas.
Un saludo a todos y hasta pronto.
Autor: Juan Elias
juan_e_p ( arroba ) hotmail.com