Nunca pensé que yo fuera tan puta como para tirarme a mi suegro a unos metros de mi esposo, ya no me interesaba que mi esposo se despertara o que mi suegra nos encontrara. Mi única preocupación era que me la metieran más y que mi suegro se moviera. Y vaya que él sabía moverse, me metía la pinga por el culo y me pajeaba la concha, agarró fuerte las tetas y me llenó el culito de leche.
Terminó el baile y yo estaba prácticamente mojada, el roce con la enorme verga de mi suegro me había excitado muchísimo, tenía miedo de que se notara que estaba mojada, tenía vergüenza de que se dieran cuenta de que mi suegro estaba con la verga erecta, pero no podía dirigir la mirada hacia su verga porque eso también podía ser notado. Tenía vergüenza de que mi suegro me hubiera sentido mojada y que pensara que a mí me había gustado sentirlo, porque era evidente que él sabía que yo lo había sentido.
Me hice la desentendida y me senté en el sillón, vi de reojo y pensé que era imposible de que no se hubieran dado cuenta de que mi suegro tenía la pinga parada. Mi suegro siguió sirviendo licor. Yo casi no tomo así que me servía menos y yo me demoraba en terminar cuando me servían. Esto ocasionó que mi marido se quedara profundamente dormido y mi suegra (que también tomaba regular) diera muestras de cansancio. Le dije a mi suegro: mejor vámonos a descansar. Él casi cargó a mi marido y me ayudó a llevarlo hasta mi cuarto. Mi suegro y mi suegra se dirigieron a la habitación que les habíamos asignado.
Cuando estaba en mi cuarto decidí ir al baño a lavarme la concha (así le llamamos aquí a la vagina) porque la tenía mojadita y a cambiarme de truza. Estaba solo con la truza y un camisón de dormir. Entré al baño y por costumbre (los fines de semana nos quedamos solos en la casa) olvidé poner seguro a la puerta. Me saqué el camisón y la truza y me senté en el bidet para lavarme, además pensaba que no iba a poder dormir con la concha caliente, como me había quedado después del roce con la verga de mi suegro. Cuando de pronto ingresó mi suegro prácticamente con la verga en la mano, seguramente para orinar.
Yo no tenía cómo taparme y él no hacía nada para cubrirse el tremendo rabo que le colgaba. A pesar de tener la pinga solo medio erecta se veía descomunal, no solo era larga sino que también era muy gruesa. Ni en las películas porno había visto semejante pinga, de solo imaginarme cómo sería totalmente erecta se me hizo un nudo en la garganta y, tengo que confesarlo, me sentí muy excitada, me imaginé cómo sería tener toda esa vergota adentro. No sé exactamente cuánto tiempo pasó, pero para mí fue una eternidad. Mi suegro me dijo:
-Disculpa Marguita (mi nombre es Margarita) -No se preocupe don Alfonso (le respondí), la culpa la tengo yo por no poner seguro a la puerta.
Me paré y salí del baño, me fui a la sala para tomar algo de líquido y apareció mi suegro, me miró, esta vez me pareció que me miraba de forma diferente- y me dijo:
-¿No tienes sueño Marguita? -Se me ha quitado –le respondí.
Se sentó a mi costado y me dijo:
-Quiero pedirte disculpas por lo del baile, pero no pude evitarlo, sé que te diste cuenta de que estaba muy excitado, parece que los demás no se dieron cuenta. -Eso espero – le contesté -La verdad que tienes muy buen cuerpo, que suerte la de mi hijo, de poder comerse una mujer como tú. -Le agradezco sus comentarios pero le pido por favor más respeto don Alfonso – le dije.
No sé si mi llamado al orden lo excitó más pero noté como le crecía la verga. No pude dejar de mirarla y como no había nadie más que nosotros dos en la sala, ya no tenía mucho de qué cuidarme como antes.
-Que sea tu suegro no significa que deje de ser hombre me dijo, al tiempo que se acercaba más a mí y me ponía la mano sobre el hombro, Don Alfonso, que puede venir mi marido o su esposa –le dije. -No te preocupes que cuando mi mujer agarra el sueño no la despierta ni un terremoto. -Es igual que su hijo -le dije.
Creo que cometí el error (o el acierto) de no detener las cosas allí, no pude resistirme, no sé si fue la curiosidad, la calentura, el peligro, o qué sé yo, pero la excitación me ganó y dejé que mi suegro siguiera tocándome. Mi suegro era realmente un maestro para hacer el amor, se acercó a mí y rozó sus labios con los míos, me pasó la lengua por los labios y después juntó los suyos con los míos; me metió la lengua creo que hasta la garganta, jugaba con mi lengua y con las manos me acariciaba, me agarraba las tetas, me estrujaba los pezones, después me agarró las nalgas y me las separó; después, sin dejar de besarme, me agarró la concha y comenzó a jugar con mi clítoris, me metió los dedos a la concha y los movía.
Siguió besándome, me lamió todo el cuerpo, me chupó los dedos de los pies, me sacó toda la ropa, me puso boca abajo y me lamió desde la nuca hasta los talones, después regresó, se detuvo a la altura de mis nalgas, me las mordisqueó, me las lamió, me las ensalivó y me dio vuelta. Lentamente separó mis piernas y me metió su lengua rasposa en la concha, los pelos de su barba mal afeitada me raspaban mis partes íntimas y eso también me excitaba, metía y sacaba su lengua de mi concha como si su lengua fuera su verga y me estuviera penetrando, después chupaba como si dentro de mi concha hubiera un manjar que no quería perderse.
Continuó su tarea lamiéndome el clítoris, después me lo chupaba como si fuera una verga pequeñísima. Allí tuve mi primer orgasmo, sentía que mi cuerpo me temblaba. Para este momento yo no tenía noción de que estaba a unos metros de mi esposo y que su papá me estaba haciendo delirar de placer. Tanto fue mi placer que estoy segura que lancé unos gemidos (alaridos diría yo) sin importarme si mi esposo o mi suegra se despertaban. Mi suegro levantó mis caderas y prácticamente puso mi culo a la altura de su boca. Me levantaba y me bajaba y hacía que mi cuerpo se deslizara por su boca. Su lengua, que me parecía enorme, recorría mi concha y mi ano. Luego se detuvo en mi ano y comenzó a meterme la lengua con la misma dedicación que lo había hecho con mi concha. Parecía que mi ano estaba hecho para su lengua, porque a pesar de que nunca me la han metido por ahí, su lengua entraba fácilmente.
Después se dio vuelta y me puso la verga en la cara. No hubo necesidad de que me dijera qué quería, entendí que me estaba invitando a que se la mamara, y así lo hice. Con mi poca experiencia hice lo que pude, además mi suegro tiene la pinga tan grande que con mucha dificultad logré metérmela en la boca. Tenía que abrir la boca todo lo que podía para poder introducirme solo la cabeza. Le lamía la pinga de la cabeza hasta la base, después jugueteaba con sus huevos, se los mordisqueaba, se los chupaba y volvía a lamerle la pinga, le eché mucha saliva en la pinga, así me gustaba vérsela, chorreando saliva. Nos colocamos en lo que se llama un 69. Mientras que mi suegro movía las caderas tratando de meterme la pinga en la boca, me chupaba la concha, se metía los dedos en la boca y después me los metía en el ano, primero un dedo, después dos y finalmente no sé cuantos dedos me metió. Allí tuve mi segundo orgasmo, este fue más intenso que el anterior. Mis gritos fueron más fuertes.
Después de esto, mi suegro se puso encima mío y me la metió. A pesar de que yo tengo dos hijos, sentí que la pinga me entraba con un poco de dificultad y que me dolía un poco, pero curiosamente, ese dolor también me producía placer. Después mi suegro me levantó una pierna y siguió metiéndomela, Después me la metió de costado. Luego se echó en el sillón y me dijo que me sentara en su verga. Le obedecí. Comencé a cabalgar sobre esa descomunal pinga y sentía como se me introducía toda, y yo podía controlar el movimiento. Eso me excitó al máximo.
Cuando sentí que me venía otro orgasmo comencé a moverme más rápido y la sensación de placer fue indescriptible. Ahora, más calmada, pienso que esa es la mejor pose, porque una puede controlar la penetración y dirigir la velocidad y profundidad. Después de eso, mi suegro me ordenó que me pusiera como una perra, o sea en cuatro patas pero arrodillada. Sentí que me escupió en el culo y luego me metió un dedo despacio, comenzó un mete y saca con un dedo y después sentí que me metió dos dedos y continuaba con el mete saca. La verdad que hasta ese momento no sentía dolor, solo una sensación de incomodidad que era largamente anulada por el inmenso placer que sentía con los dedos de mi suegro dentro de mi ano. Volvió a escupirme en el culo, sacó sus dedos y puso la cabeza de su enorme pinga en la entrada de mi ano. Yo hacía ya un buen rato que me había dado cuenta de que me la quería meter por el culo, y la verdad, estaba ansiosa porque lo hiciera.
-Quizá si esto te pueda doler un poco –me dijo- ¿Quieres que siga? –agregó. -No me interesa que me duela, al contrario, quiero que me duela –papito rico- le contesté, – por favor, no seas malo, rómpeme el culo, este culito virgen está listo para recibir tu rica pinga, vas a ser el primero que me la meta por el culo – le dije. -Sí, ya me di cuenta que el tonto de mi hijo nunca te ha dado por el culo – agregó.
Y siguió con su ardua tarea, poco a poco fue metiéndola. Metía un poco y se detenía unos segundos. Yo pensé que ya me la había metido toda, pero no sabía que solo había metido la cabeza. Cuando me la metió toda sentí como si me estuvieran partiendo en dos. Sentí un gran dolor y solté un grito. Al mismo tiempo sentí un inmenso placer y comencé a moverme y a retroceder más para que me entrara más pinga.
Nunca pensé que yo fuera tan puta como para tirarme a mi suegro en mi casa a unos metros de mi esposo. En ese momento ya no me interesaba que mi esposo se despertara o que mi suegra nos encontrara. Mi única preocupación era que me la metieran más y que mi suegro se moviera. Y vaya que él sabía moverse. Me metía la pinga por el culo y me pajeaba la concha y me mordía el cuello.- Y me decía cosas asquerosas: muévete puta de mierda, muévete chupa pinga, como serás de puta que te estás comiendo la verga de tu suegro, ¿sabes que con esta pinga hice a tu marido?, sigue moviéndote puta de mierda, perra puta eres, me decía.
Yo también le decía cosas que nunca había pronunciado: cogeme más rico, méteme toda esa vergota que tienes, rómpeme el culo, cogeme como si fuera tu perra, como si fuera una puta a la que le has pagado. Se me vino otro orgasmo. Grité más fuerte, parecía que mi intención era despertar a todo el vecindario. Mi suegro siguió bombeando, parecía el pistón de un carro. Me agarró fuerte las tetas con ambas manos y me apretó contra él. Entendí que se estaba viniendo. Sentí que me llenaba de leche, pero la leche no paraba de salir. Sacó su pinga de mi ano y la vi que estaba bañada con una mezcla de semen, caca y sangre. Mi suegro realmente me había roto el culo.
-Chúpame la pinga, puta de mierda –me dijo- déjamela limpia. Perra –agregó. – Si papito –le contesté, y comencé a chuparle la pinga hasta dejársela limpiecita.
Realmente no sé cuántos orgasmos tuve, creo que seis o siete. Pero fue la noche más feliz de mi vida. Mi suegro se levantó, me dio un beso y al parecer saboreó todo lo que yo tenía en la boca, que finalmente era suyo, mío, nuestro. Me dio las gracias y le respondí: No, gracias a ti, esto ha sido maravilloso. Mi suegro se fue a su cuarto.
Me fui al baño, me lavé la concha y el culo, que me ardía y sentía como si me lo hubiera dejado abierto y por allí me entrara aire o algo parecido. Pero me sentía en las nubes. Me fui a dormir.
Otro día les cuento lo que pasó al día siguiente.
Autora: Putitapl
39 Comentarios
Dejar un comentario