Recordé la primera vez que la vi. Fue en Castellón, cuando conocí a Lucía, una puta que me dejó sin aliento con su sola presencia. Supe desde entonces que no era como cualquier otra; había algo magnético en su forma de moverse, de sonreír, de mirar. Mucho tiempo después, nos volvimos a encontrar en el Old Havana, una noche calurosa y húmeda. Parecía que el destino se empeñaba en ponernos frente a frente.
Ella se llamaba Lucia, con su cabello oscuro y ojos verdes que resplandecían bajo la luz de la luna. Tenía 28 años y una figura curvilínea capaz de volver loco a cualquier hombre. Trabajaba en un local de putas en castellón, pero no era una cualquiera. Tenía una presencia que te envolvía y una mirada que te dejaba sin aliento.
—¿Qué haces aquí solo? —me preguntó con una sonrisa coqueta.
—Esperando a alguien interesante —respondí, mirándola directamente a los ojos.
—Parece que tienes suerte —dijo, acercándose más.
Después de algunas copas y risas, terminamos en su habitación. Ella se acercó lentamente, sus labios rozando los míos. Sentí su lengua deslizándose en mi boca, explorando cada rincón. Nos besamos con pasión, sus manos recorriendo mi cuerpo.
—Me gustas —susurró, mordisqueando mi oreja.
—Y a mí —respondí, dejando un camino de besos a lo largo de su cuello.
Su piel era suave y deliciosa. Bajé la mano y la acaricié por encima de su vestido, sintiendo el calor que emanaba de su cuerpo. Ella jadeó, su cuerpo temblando bajo mi toque. Desabroché el vestido y lo dejé caer al suelo, quedándome contemplando su belleza.
—Eres hermosa —dije, acariciando sus pechos.
—Gracias —respondió, con una sonrisa que me encendía aún más.
Me arrodillé y empecé a besar su estómago, deslizando mis manos por sus caderas. Ella se retorcía de placer, sus gemidos llenando el aire. Bajé más y encontré su pussy, húmeda y lista. La besé suavemente, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba con cada caricia de mi lengua.
—Oh, sí, más —gritó, agarrando mi cabello con fuerza.

Me incorporé y la dirigí hacia la cama, quitándome la ropa con rapidez. Me acerqué a ella y volvimos a besarnos, sintiendo la urgencia de nuestros cuerpos. Me acomodé entre sus piernas y la penetré lentamente, notando su calor rodeándome.
—Eres tan apretada —susurré, comenzando a moverme.
—Oh, sí, más —gimió, arañando mi espalda.
La follé en misionero, mientras sus gemidos resonaban en la habitación. Luego cambiamos de posición: me senté en la cabecera de la cama y ella se colocó encima de mí, moviéndose con ritmo rápido, haciendo que sus pechos rebotaran con cada movimiento.
—Fóllame más fuerte —exigió, su cuerpo temblando de placer.
—Lo haré —respondí, tomando sus caderas y embistiendo con más fuerza.
Nos movíamos al unísono, sus gritos inundando el aire. Volvimos a cambiar de postura, esta vez en perrito. La penetré desde atrás, sintiendo cómo se estremecía con cada embestida.
—Oh, sí, más —jadeó, apretándose alrededor de mi.
—Lo haré —dije, empujando cada vez más fuerte y más rápido.
La embestí con todas mis fuerzas, y sus gemidos y gritos de placer me indicaron que estaba cerca de venirse. Sentí su cuerpo tensarse y apretarse todavía más, sabiendo que el clímax era inminente.
—Voy a correrme —gimió, con la voz entrecortada.
—Corre —le susurré, justo antes de liberar mi propio orgasmo en su interior.
Agotados y sudorosos, nos quedamos abrazados, intentando recuperar el aliento. Nuestros cuerpos seguían temblando por las sensaciones intensas. Pensé entonces en aquel primer encuentro en Castellón, en lo sorprendente que fue toparme con ella de nuevo en el Old Havana. Pero el destino, o quizá nuestra mutua atracción, se empeñó en reunirnos otra vez… y definitivamente valió la pena.