Desde siempre sé que mi padre me atrae. Lo sé y no lo puedo negar. Cuando no estaba intentando verlo sin camiseta, iba al baño a mear mientras él se estaba duchando o simplemente iba a su habitación para ver como dormía. Todo esto se agravó cuando empecé a ir a trabajar con él y yo le echaba una mano. Ya está jubilado pero él era camionero y hay un momento en la economía familiar que tenemos que echar una mano entre todos.
A partir de los 16 años, yo me iba a ayudarlo, y cuando decía ayudarlo muchas veces era estar de incordio. Yo siempre he sido un chico pequeño y delgadillo. No estoy preparado para el trabajo que exige el transporte de mercancías. A esas alturas, yo ya empezaba a saber que me interesaban más las pollas que las tías y siempre que íbamos a las estaciones de servicio yo aprovechaba y veía como meaban los tíos y como se tocaban sus rabos y como alguno incluso me dejaba sobárselo. Todo esto sin tardar mucho porque mi padre estaba fuera y me estaba esperando para seguir el viaje.
Así pasó el verano y yo con menos ganas de ir, ya que prefería seguir todo el verano disfrutando con mis amigos en vez de recorrer kilómetros y kilómetros por toda España sin que tuviese ninguna gratitud a cambio. Solamente los buenos pajotes que me hacía en mi habitación por las noches.
Acabó el verano y yo volví a la rutina de mis estudios. Mi vida amorosa una mierda pero poco a poco fui conociendo «amigos» con los que pasaba buenos ratos y empecé a disfrutar de unas buenas pajas en compañía, de comerme unos buenos rabos y disfrutar de los tíos. Sobre todo de los más maduros y masculinos que son los que me gustan a mí.
Al verano siguiente, tuve que volver a ir a trabajar con mi padre pero las cosas fueron distintas. Yo seguía sin tener ganas de ir, pero ya no me cortaba tanto en mirar a los tíos meando que había en las estaciones de servicio. Incluso tocarlos el rabo. Cada vez me volvía más morboso. Perdí la vergüenza y siempre que había un tío masculino en los baños, allí estaba yo, por si surgía la ocasión. Alguna vez algún que otro camionero que me follaba en la habitación. Mi padre a pesar de mi insistencia siempre dormía en la cama del camión.
Una tarde estuvimos en Valencia descargando muebles para una nueva oficina. Entre los pesados que eran y el calor que hacía, yo quería morirme. Mi padre se quitó la camiseta y por lo menos pude disfrutar de una visión muy agradable. Mi padre es alto. Un metro ochenta y tantos y no sé los kilos que pesará pero el tío estaba bastante fibrado. De esta gente que es ancha pero que se le notan todos los músculos. En esa época el tenía unos 56 años y aunque peinaba canas, es y era muy atractivo. Además, con unos ojos verdes que te daban ganas de comértelos.
Cuando terminamos de trabajar, empezamos a regresar a Madrid y como se hizo de noche tuvimos que parar en un hostal a dormir. Él se iría a dormir al camión como siempre pero antes se vino a la habitación del hostal a ducharse. Mientras que yo estaba descansando en la cama, cogió la toalla y se metió al baño a ducharse. Desnudándose en la habitación y dejando toda la ropa sucia tirada allí.
Cuando oí el ruido de la ducha me agaché y cogí sus calzoncillos. Unos calzoncillos de los de persona mayor. Azules que tienen una abertura para sacarse la polla para mear. Los olí. Un olor a orina que hizo que me empalmara en ese preciso momento. No pude evitarlo. Lo olí y los chupé. Era el olor más penetrante y que más me excitaba y ese olor era de mi padre…
Estaba disfrutando tanto del olor que no me di cuenta que la ducha se había cerrado y que mi padre de pronto abrió la puerta del baño, pillándome con sus calzoncillos entre las manos y diciendo que iba a recoger la ropa para llevárnosla a lavar a casa. La primera excusa que me vino a la cabeza y que no sé si se la creyó o no pero mi padre me miro de forma rara. Al momento me fui a duchar yo para bajar el empalme que tenía. Luego, por la noche, estando solo en la habitación ya me haría una buena paja.
Bajamos a cenar al restaurante y mi padre estaba con cara seria. Él decía que era porque le dolía todo el cuerpo del cansancio que tenía y yo insistí en que viniera a dormir en la habitación. Si dormía otra vez en la dura cama del camión le iban a doler los huesos toda la vida. Además, aunque en la habitación había una sola cama; ésta era lo demasiado grande para estar los dos durmiendo sin molestarnos. Mi padre aceptó y lo único que me faltó fue dar un salto de alegría. Siempre es bueno tener a un hombretón durmiendo al lado, aunque sepas que no va a pasar nada porque es tu padre.
Mi padre se subió directamente a la habitación del hostal y yo me fui a dar un paseo. Aunque me apetecía dormir junto a él, era todavía muy pronto y no le quería molestar mucho porque al día siguiente tenía que seguir conduciendo.
Sobre las doce de la noche yo me subí a la habitación y vi que mi padre estaba allí en la cama durmiendo boca arriba y roncando como una locomotora. Lo miré durmiendo y pensé que aprovecharía la noche para sobarle el cuerpo y sobre todo el rabo. Así que me acosté sin hacer mucho ruido y me puse de lado de espaldas a él.
Él seguía durmiendo y no pude evitar a tocar su cuerpo. Su pecho velludo, sus piernas, su ombligo… ¡joder! que macho tenía allí a mi lado y sin poder hacer nada. Seguí aprovechando y note el empalme que tenia bajo sus calzoncillos. He de decir que yo ya había visto a mi padre muchas veces desnudo y sabía que tenía un buen rabo pero nunca lo había visto empalmado y pude comprobar lo que me imaginaba… que mi padre tenía un gran cipote. Gordito, con una buena cabeza y duro como una piedra. Además, la polla salía de su ropa interior y le llegaba hasta el ombligo. Alucinaba. Empecé a tocarme el rabo que ya tenía una buena erección mientras que le tocaba a él. A él, a su rabo y a sus cojones. Gordos como pelotas de golf. ¡ufff!
Casi no aparté la mano cuando se dio la vuelta en la cama y se puso mirando mi espalda. Dormía, pero me gustaba tenerlo así. Con la polla restregando mi culo. Me gustaba porque me había bajado un poco mis boxer y la polla me tocaba mi abertura. Un vicio. Yo movía discretamente el culo para poder sentir la dureza de ese rabo y bien que lo sentía. De pronto, sentí hubo un fuerte ruido en los pasillos del hostal y me hice el dormido ya que no quería que mi padre me pillara en plena acción. Eran unos camioneros borrachos que ya iban a dormir y que no podían dejar dormir a la gente tranquilamente. Cuando pasó la gente seguía quieto por si acaso habían despertado a mi padre y lo que sentí me dejo un poco confundido. Mi padre estaba empujando su rabo contra mi culo. Muy despacito pero lo hacía. Yo quieto como una estatua. No sabía que pensar pero no quería que cambiara su postura para que yo pudiera seguir disfrutando.
Volvió hacer otro movimiento para delante y me metió la polla otro poquito en el culo. Mi padre me estaba follando. Otro movimiento de cintura y solté un pequeño jadeo, cosa que a mi padre le gustó porque sonrió y me dijo
-¡Así me gusta, hijo! ¡ Que disfrutes
Como pude giré la cabeza y entre tinieblas vi a mi padre que me miraba fijamente. Como me gustaba este pedazo de hombre. Me giré todo el cuerpo y nos quedamos frente a frente. Notaba su respiración por su cuello y me dijo:
-Creo que ha habido momentos que yo también he deseado esto. Sé que es raro, pero lo necesito.
Y sin más, me dio un beso en la boca. Un beso con cariño. Me abrazó fuerte y mientras seguía besándome empezó a abrir su boca para dejar que mi lengua entrara y jugara con la suya. Cogió mi mano y me la acercó a su polla para que le pajeara. Ya no tenía que ir despacio ni esconderme para hacerle disfrutar. Seguía besándolo y jugando con su polla, pero yo necesitaba más; mucho más. Empecé a besar su cuello y seguí bajando. Besé su pecho tan frondoso. Besé sus pezones y sus sobacos que a pesar de estar recién duchado ya destilaban un ligero olor a macho.. Noté que mi padre estaba cada vez mas excitado.
Seguí bajando y chupé su ombligo con mi lengua. Iba a conseguir todo un rabazo y me lo iba a comer entero. Lo cogí y olí su polla. Me gustaban todas las pollas en general; pero esta en particular me ponía loco. Lo chupé. Primero despacito, disfrutando cada lametón que pegaba; pero poco a poco el ritmo se iba acelerando y cada vez más iba entrando ese palo en mi garganta, haciendo incluso que a veces me diera arcadas. Todo su duro rabo el que estaba haciéndome disfrutar como nunca.
Yo no podía aguantar más y así que me puse en cuclillas y me corrí. Eché dos o tres lechazos de leche caliente y calló por todas las sabanas. Fueron cortos pero intensos. Mi padre sonrió y siguió acelerando el ritmo de la follada de su polla a mi boca. No sé cuanto aguante tendría mi padre pero empecé a notar que se estaba poniendo más duro y que cada vez se frotaba la polla con más fuerza. Él se puso en pie e hizo que me pusiera de rodillas. Tenía su polla a medio palmo de mi boca y sabía que toda su leche iba a ir para mí. Mi padre gemía y yo pedía toda su leche. No quería desperdiciar ni una gota. Abrí la boca y de pronto empecé a sentir en mi lengua unas cuantas ráfagas de semen caliente. Joder. Vaya corrida que se estaba marcando mi padre. No paraba de echar leche y llegó a mancharme parte de la cara. Cuando ya quedaba poco por echar, mi padre se apartó con el dedo lo que había quedado en su polla y me lo metió dentro de mi boca. Me cogió del cuerpo e hizo que me pusiera en pie. Me besó y me dijo:
-Espero que a partir de ahora vengas a trabajar conmigo con más ganas.
Claro que iba a ir contento con él. Esperaba que esto que acabábamos de hacer volvería a repetirse.
Fui al baño a limpiarme y cuando volví a la cama, mi padre estaba tumbado en la cama durmiendo. Esa noche dormí con mi cabeza en su pecho. Un pecho que me sirvió como almohada y en el que pude dormir abrazado durante muchas veces más.
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