Las mujeres más guapas y encantadoras se encuentran en una de las metrópolis más cosmopolitas y vertiginosas de la península, con sus propias historias y deseos.
Marla y Lucía, una joven y otra más veterana confiesan algunos de sus secretos más íntimos y ardientes.
Sexo en la mañana
Marla es una morena andaluza de 21 años, que le gusta hornear tartas. En la mañana estudia enfermería en un instituto técnico y por las noches va a los pubs y discotecas de Barcelona a bailar y a beber cócteles que le invitan los hombres que quedan encantados con su mirada seductora, sus curvas y su voz melodiosa.
Ella puede ser una de las escorts más atractivas como las que se encuentran aquí. A continuación su historia.
Una noche de verano conoció a uno de los amantes que más recuerda por su vigor y su ternura, una mezcla extraña estos días. Él le dijo que se llamaba Roberto y que era un estudiante de Arquitectura en Málaga, pero que se había tomado seis meses para viajar como mochilero después de una tragedia familiar.
Era bajo de estatura, pelirrojo y fornido, con una expresión lúgubre y seria en su rostro aunque con una actitud de desenfado. Vestía jeans rotos y una camiseta azul marino. Tenía el cabello anudado con varias trenzas.
Estaba en la calle mirando libros en un mercado popular, cuando Marla, con su uniforme de estudiante de enfermería salía apurada con su café en la mano, ya que perdía el autobús. Se había despertado tarde.
Corrió hacia la parada y sin querer se tropezó con Roberto, quemándolo con el expreso recién preparado.
Avergonzada, Marla vio como el autobús la dejó y se quedó callada, totalmente paralizada. Roberto exclamó maldiciones pero al ver a aquella maja exótica y guapa, también se quedó callado. Marla reaccionó, se disculpó y lo invitó a su apartamento para prestarle una camiseta.
Él gustoso aceptó, Marla puso la camiseta en la lavadora y le sirvió una cerveza fría para pasar el mal rato. Roberto reveló sus pectorales mojados y pegajosos por el café, Marla comenzó a hiperventilar y a sudar, sacó otra cerveza fría y se la bebió rápidamente. Llamó a su amiga y le dijo que hoy no iría al instituto.
Ambos hablaron de cosas informales como el clima, el tráfico, los tipos de café hasta que Marla se acercó a él y lo besó apasionadamente en la boca.
Tres actos
Roberto se quitó su pantalón mientras que Marla se sacaba la parte de arriba del uniforme. Ella manoseó el pene y lo comenzó a excitar. Él descubrió besó y mordió sus senos y su bajo vientre.
Ella se montó sobre la cintura de él, que la empujó hacia la pared, se arañaron, se besaron y se mordieron. No se habían dicho sus nombres, pero consumieron su primer polvo en el pasillo, en la pared de la cocina.
El segundo acto llegó minutos después, cuando ella se bañaba y él entró a volver a reclamar lo que ahora le pertenecía. Roberto sintió las gotas frías de la ducha y volteó a Marla humedeciéndola con su lengua con un exquisito beso negro para prepararla para el sexo anal.
Ambos cuerpos quedaron mojados y acostados en la cama, totalmente cansados después del tercer acto de la mañana y apenas era mediodía. Ese día Marla agradeció despertar tarde y Roberto ser quemado con café por una extraña.
El rito de cada 6 meses
Lucía tiene 33 y es una de las escorts más veteranas de Cataluña, solamente acompaña a sus clientes fijos, que son pocos pero que pagan bien. Es blanca, cabello negro largo y de mirada estoica.
Su contacto preferido es Julián, un comerciante de Valencia, que viaja cada 6 meses para atender sus negocios Es propietario de varios viñedos y de una franquicia de restaurantes de marisquería.
Cada 6 meses, llama a Lucía, la manda a recoger con un taxi y la lleva a su suite en el hotel en el que siempre se hospeda. Los encuentros cumplen con ciertos rituales que Julián y Lucía cumplen con religiosidad.
Se saludan con informalidad, ella se sienta en el bar de la habitación mientras él le da de probar de la botella de su última cosecha, Lucía le describe qué siente, cómo sabe, cómo huele cada trago.
Placer visual
Al finalizar, él la lleva a la sala de cine privado del hotel en la azotea. Él proyecta una de sus películas favoritas francesas en blanco y negro, cine de Bresson, Goddard y Eustache, mientras ella le practica una exquisita y larga sesión de sexo oral.
Después de acabar, ella se masturba en la alfombra, totalmente desnuda.
Cuando la película termina, ellos se despiden de forma informal y ella regresa en taxi a su casa en el centro de la metrópoli. Cada 6 meses, esa noche se repite bajo las estrellas.